Estados de ánimo
La influencia del estado ánimo sobre cualquier actuación de la persona impone, innegablemente, un desarrollo en consecuencia del mismo.
La cuestión es obvia ¿cómo se puede transmitir alegría, si tu estás triste? y viceversa. Siento curiosidad por saber si hay capacidad para disimular el estado de ánimo. Si te encuentras presencial, físicamente me refiero, poco tendrán que conocerte para observar tu tristeza o alegría.
Mediante un escrito, haciendo malabares, lo que vulgarmente se dice de tripas corazón, quizás consigas colar una impresión diferente, distorsionadora, pero para eso se requeriría de una habilidad especial, algo no tan sencillo ni al alcance de aficionados a la expresión gráfica.
Además, desde la tristeza, no tienes mucho interés en demostrar lo contrario, te puedes llegar a hacer hasta egoísta y, aunque no pretendas que te animen, incluso, a veces, las más, no lo quieres, no podrás evitar que la persona que te aprecia, trate de levantar tu moral.
Efecto, lógicamente, contrario se produce bajo una sensación antitética, pero deseable, de alegría. En esa postura, no siempre pero, a lo mejor hasta contagias, predispones a los demás a participar y compartir de ella.
La elección entonces sería bien sencilla. Buscar, pretender estar siempre alegre, pero donde está la fórmula que resuelva esa, aparente, fácil ecuación. Yo aprendí a resolver ecuaciones de primero y segundo grado, pero ninguna de ellas me da la clave para despejar la gran incógnita que solucione la melancolía.
Solo el tiempo, las circunstancias propicias y una gran fuerza de voluntad y convicción propias, pueden colaborar a tan complicada disyuntiva.
La cuestión es obvia ¿cómo se puede transmitir alegría, si tu estás triste? y viceversa. Siento curiosidad por saber si hay capacidad para disimular el estado de ánimo. Si te encuentras presencial, físicamente me refiero, poco tendrán que conocerte para observar tu tristeza o alegría.
Mediante un escrito, haciendo malabares, lo que vulgarmente se dice de tripas corazón, quizás consigas colar una impresión diferente, distorsionadora, pero para eso se requeriría de una habilidad especial, algo no tan sencillo ni al alcance de aficionados a la expresión gráfica.
Además, desde la tristeza, no tienes mucho interés en demostrar lo contrario, te puedes llegar a hacer hasta egoísta y, aunque no pretendas que te animen, incluso, a veces, las más, no lo quieres, no podrás evitar que la persona que te aprecia, trate de levantar tu moral.
Efecto, lógicamente, contrario se produce bajo una sensación antitética, pero deseable, de alegría. En esa postura, no siempre pero, a lo mejor hasta contagias, predispones a los demás a participar y compartir de ella.
La elección entonces sería bien sencilla. Buscar, pretender estar siempre alegre, pero donde está la fórmula que resuelva esa, aparente, fácil ecuación. Yo aprendí a resolver ecuaciones de primero y segundo grado, pero ninguna de ellas me da la clave para despejar la gran incógnita que solucione la melancolía.
Solo el tiempo, las circunstancias propicias y una gran fuerza de voluntad y convicción propias, pueden colaborar a tan complicada disyuntiva.
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