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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida. (X)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida. (X) La llamada avinguda del Paral-lel, bueno entonces, simplemente El Paralelo, próxima a la Rambla del Raval, representativas zonas festivas de la época y que actualmente cuentan con diversidad de atracciones. Barcelona siempre cultural en cualquier manifestación artística, por esta avenida del Paralelo, tenía locales como El Molino, donde las más diversas castas de las varietés triunfaban o empezaban a destacar. Los teatros Apolo, Victoria, Arnau, zona por donde el ilustre Gaudí marcó sus pasos, taberna de El Parelelo, próximo a La Pajarera Catalana, en fin un sinfín de recorridos festivos. Demasiado pequeño era yo para tener esos recuerdos, reverdecidos posteriormente con ilustraciones y anecdotarios.
Vuelvo a Puertaferrisa (calle donde pocos años después viviríamos como última de nuestras residencias barcelonesas), tenía como continuación, atravesando las mencionadas ramblas, la calle del Carmen. Por las Ramblas, mas conocidas por sus ‘dedicatorias comerciales’ que por sus nombres reales, como podía ser de San José, de Santa Mónica, a ambos lados de los bulevares centrales, tranvías rudimentarios, bueno en aquel momento, modernistas, las recorrían de arriba abajo. Iniciando bajada por esta Rambla de las Flores, a mano derecha, se llegaba al mercado de la Boquería, templo sacralizado de la venta de los escasos comestibles. Limpios y organizados puestos, atendidos por mujeres ataviadas con delantales blancos inmaculados de puntillas, legumbres precocinadas, garbanzos, lentejas, judías ya cocidas, se vendían para solucionar el problema que representaba su cocción en los fogones caseros, dadas las malas cualidades calcificadoras del agua de Barcelona. No obstante, tan prestigioso mercado, como digo en aquella época sentía la ausencia y nostalgia de productos básicos por la penuria creada por la maldita fratricida contienda. El estraperlo solucionaba ilegalmente el problema para los más pudientes. Poderoso caballero... don dinero. En la misma acera y continuando hacia el puerto, dos teatros antitéticos en su oferta de espectáculo, pero pagodas cada uno en su estilo de ambientes bien diferenciados. El Poliorama, representaba el ideal del ciudadano de a pie, de lo cotidiano, de la vida tradicional, del espíritu de la calle. Cantantes como Pepe Blanco, extaxista riojano y su acompañante, la catalana Carmen Morell, hacían el deleite del pueblo llano. Otras actuaciones de tipo folclórico, atracciones, variedades, componían el cartel de este afamado local. Recuerdo una de las actuaciones de Pepe y Carmen, con su ‘Sombrero, ‘Cocidito madrileño, ‘Jotas de picadillo’, etc a la que acudí con mis padres. Enrojecían las manos de un público ávido de distracción de horrores anteriores. Pues como digo, en supremo esfuerzo económico mis padres mi hermana y yo acudimos a estos ‘conciertos’, entonces llamados, como corresponde, espectáculos populares. Algo mas abajo, a quitarse el sombrero, la mas clase elite barcelonesa, con sus mejores galas acudía al teatro de la Ópera por excelencia en España, el Teatro del Liceo, emulando a La Scala de Milán, sopranos, barítonos, tenores, todos divos del alto nivel ofrecieron galas de alto prestigio y nivel. Era todo un acontecimiento. El modesto público se agolpaba en las puertas para ver llegar a la alta sociedad al templo del clasicismo operístico y desde ahí, con la envidia lógica, observar la diferencia social y económica que marcaba el inicio de estas representaciones...

1 comentario

Sara -

Conozco algo de Barcelona.., pero la verdad es que nunca, la había visto de esta manera. Te doy la enhorabuena y te animo a que sigas..., y a que te animes a escribir un libro..., aquí tienes la primera lectora.