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¡MUJER TENÍA QUÉ SER!-06/06/2011

¡MUJER TENÍA QUÉ SER!-06/06/2011

¡MUJER TENÍA QUÉ SER! – CARMEN POSADAS

XLSEMANAL DEL 5 AL 12 DE JUNIO.

Mi cuñado Eloy, que tiene la amabilidad de leer habitualmente estas Pequeñas infamias, me hizo el otro día un reproche sobre mi último artículo. Era el titulado El don de la obviedad y en él yo argumentaba que lamentablemente cuando una mujer en un puesto relevante dice una tontería no es lo mismo que cuando la dice un hombre. Eloy sostiene que no, que igual que la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero, lo mismo ocurre con las memeces, las diga quien las diga. Como creo haberles comentado más de una vez, yo no me considero feminista o, al menos, lo que se entiende por tal. Aun así, creo que a las mujeres nos queda todavía mucho por remar hasta que se solucionen algunas diferencias básicas entre ellos y nosotras. Por ejemplo, esta: nadie juzga al género masculino por la conducta de un solo individuo y, sin embargo, no ocurre lo mismo si se trata de una mujer. Pongamos el caso más típico de todos, la forma de conducir. ¿A quién no se le ha escapado alguna vez un «mujer tenía que ser» al ver a una señora un tanto vacilante intentando aparcar sin éxito o torpeando de alguna manera? Lo mismo ocurre con el caso que enunciaba más arriba. En el mundo de los hombres, si un político suelta una soberana estupidez, nadie dice «qué imbéciles son los hombres». Por la misma regla de tres, da igual, por ejemplo, lo vociferante que se ponga un entrenador de fútbol. Aunque chille como una cacatúa, a nadie se le ocurre decir que los hombres son todos unos histéricos o unas verduleras. Y, si no me creen, imagínense por un momento al señor Mou convertido en señora Mou...

Creo que los hombres, de un tiempo a esta parte, están haciendo un gran esfuerzo para subsanar conductas y actitudes que han sido habituales en el pasado. Muchos son, por ejemplo, los que ayudan en casa y comparten tareas domésticas. También son muchos los que se enorgullecen de que su mujer triunfe en el terreno profesional e incluso no les importa favorecer su carrera y quedarse en un segundo plano si la de ella es más brillante que la suya. Sin embargo, todas estas actitudes responden más a un acto de voluntad (muy meritorio, por cierto) que a una convicción arraigada. En otras palabras, son tantos los siglos, por no decir los milenios, en que las cosas eran de otra manera que existe un machismo residual muy difícil de erradicar. Por eso el marido superguay que colabora con las tareas domésticas a veces no es más que lo que yo llamo un feminista simbólico. Me refiero a ese que dice «mira cuánto ayudo» mientras recoge dos colillas y mete un solitario platito en el lavavajillas. Por eso también, aunque un hombre diga que está muy orgulloso de que su mujer tenga un trabajo más brillante que el suyo, tampoco se priva de hacerle sentir que tiene a sus hijos «abandonados» por causa de sus largas jornadas laborales. Y por fin, ese machismo residual al que antes aludía es el responsable asimismo de que no se juzgue igual a hombres y mujeres en el caso que señalaba más arriba por las tonterías dichas por unos y otras, y que lamentablemente las de las mujeres se acaban atribuyendo a todo el sexo femenino. Esa es, por cierto, la razón por la que estoy en contra de las cuotas y de la monserga de la paridad en puestos políticos. Porque, al final, lo que sucede es que eligen para un cargo relevante a una mujer, no por sus méritos, sino por el mero hecho de pertenecer al sexo femenino, con el consiguiente peligro de que la elegida no sea especialmente avispada. Decía Simone de Beauvoir, a mediados del siglo pasado, que la verdadera igualdad entre hombres y mujeres se alcanzaría cuando mandase una mujer tonta, tal como ocurre en el mundo de los hombres. Pasado medio siglo, no tengo más remedio que enmendarle la plana a Madame B y decir que la igualdad se alcanzará cuando mande una mujer tonta... y la gente, al comprobar lo boba que es, no sonría condescendientemente y exclame: «¡Mujer tenía que ser!»


Encabezo el comentario con el artículo publicado por la escritora uruguaya y afincada en España, con la que suelo compartir muchas de sus ideas.

Pues sí, ¡Mujer tenía qué ser! Para hacer estas aclaraciones sobre la actitud que solemos tener los que llevamos entre nuestras piernas una chistorrilla y un par de huevos de codorniz.

Somos tan petulantes y absurdos (y siempre diré sálvese el que puede, si es que alguien puede) que ejercemos de engreídos.

Pero vamos a ver, si para el nacimiento del un ser humano, solo aportamos un bichejo solo visible al microscopio, algo más pequeño que la chistorrilla, ¡qué ya es decir! Y no me vengan conque y los negros también, digo yo que de todo habrá, además ya se sabe el tamaño no importa, esto sí que creo sea posible, se dice que más vale maña que fuerza y hay chistorrillas revoltosas y morcillones que con eso está dicho todo.

Ahora que tenemos tantas ministras y, que conste, estoy en contra total no a los socialistas sino al actual ‘desgobierno’ que parece que las únicas que dicen tonterías son las ministras y sí las dicen y muchas, además producto de que siempre he dicho que los ministerios deberían ocuparlos tecnócratas, es imposible que un ministr@ de ‘economía’ carezca de un total desconocimiento de tal materia y solo 600 asesores, la mayoría ignorantes excepto para percibir suculentos salarios sean los que dicten ‘sus sentencias’ y las pongan en boca del ministr@ de turno y luego está el ‘negro’, el amanuense que sustenta los escritos y que el que los vocaliza, sin quitar ojo al papel, solo demuestra que, que manos o menos, sabe leer.

Pues todas las ministras están en el ojo del huracán y el Sr. Rodríguez que, en lugar de llamarse José Luis, se debería haber confirmado con el de Diego ya que se desdice al día siguiente de todo lo dicho el día anterior, casi ni se le censura. Ahora ya después de tantos desmanes nos hemos ido dando cuenta la mayoría de esta cabaña nacional que conformamos los borregos votantes.

Pero si en lugar de Diego hubiese sido Diega, le habrían caído truenos, rayos y centellas.

La oveja estaría despellejada.

Sabremos algún día reconocer la varonil estulticia de la que estamos dotados.

Pfffffff, como dirían los famosos Panchos en su bonito bolero ‘, lo dudo, lo dudo, lo dudo… ‘no he visto tontos más insulsos que los que somos nos’.

 

1 comentario

Carmen -

Como se nota lo ocioso q Ud. esta
Por primera vez estoy totalmente de acuardo con usia
Espero seguir con nuestra amistad, mas adelante le preguntare si sigue opinando lo mismo del los gobernantes, cuando lo haga le dire HOMBRE TENIA QUE SER