Súper, híper

Cada cual tiene sus aficiones (odio la palabra hobby, teniendo nuestro idioma la apropiada con creces), a estos entusiasmos se les dedica cierto presupuesto, repito, la mayor parte de las veces, la adquisición resulta baldía porque no se le da uso adecuado. Somos como niños, eso no es que sea malo, ¡ojalá fuéramos como niños!. Pensamos en alguna compra, sopesamos sobre ello y mantenemos una tremenda ilusión hasta que lo conseguimos, justificamos que nos vendría muy bien para.... Una vez obtenida la ansiada recompensa del objeto, escarbamos en él y poco a poco se diluye el encanto y se va arrinconando. De lo que se demuestra que es mayor el deseo de consumismo que la servidumbre o eficacia de lo conseguido.
Estos súper híper van desplazando al pequeño y tradicional comercio así como a los mercados municipales. Es una lástima defendemos nuestro enraizamiento, nuestro arraigo, somos tradicionalistas para muchas cosas pero caemos en la tentación consumista. Nos diferenciamos en tradiciones, pretendemos nacionalismos diferenciados pero ante el consumismo pasamos todos por el mismo aro, como los leones en los circos, nos amaestran los catedráticos de la venta y tentación.
Encima el consentimiento irracionalizado de horarios de estas grandes superficies imponen criterios. En general, no cierran al mediodía, pero si a ellos por organización laboral les interesa cerrar, lo hacen y con ello ocasionan problemas indirectos. Luego las ofertas programadas para días concretos el objeto que persiguen es tentar al comprador a salir corriendo porque si no se agota enseguida y hay que llegar de los primeros, antes que los demás. Quizá el objetivo, aparte de atraer al consumista es, también hacer la puñeta.
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