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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (LIII)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (LIII) ... rematando el tema de la ropa, ya digo que esta debía de ser duradera, no se convertía en harapos porque las madres zurcían, cosían, remendaban, ponían parches, coderas, rodilleras, todo lo que en tiempos actuales de economías ‘satisfechas’ se hace con los vaqueros, queriéndolos desgastados, rotos, ajados, maltratados, descoloridos, ocurría entonces pero por el uso, el uso prolongado, interminable. La costura en la mujer era asignatura obligatoria dadas las circunstancias y sus profesoras habían sido sus madres; ya digo era indispensable para el ‘ama de casa’ casi la única profesión que para la mujer existía. Siempre incomprendida, ardua y gratuita. Pero claro casi su única misión era casarse.
La lucha en el cambio de la vestimenta, empezaba hacia los 14 años, sobre todo porque los chicos demandaban el pantalón largo pues ya les entraba la vergüenza de enseñar los pelos de sus piernas y las chicas ya pretendían las medias de cristal (mas o menos burdas, pero transparentes), daban ya el barniz del paso a la adolescencia, aunque ellas ya hubieran menstruado, seguían siendo niñas. Nosotros no sabíamos ni que era eso de la regla. Pensábamos en algo con medidas en centímetros. La palabra menstruación era ignorada, se oía lo de ‘estar con el mes’, pero sin saber, los chicos, que sentido tenía o quería decir, nadie explicaba nada. Estas reivindicaciones, a duras penas eran atendidas de inmediato, había que machacar y tras larga ‘lucha’ la madre trataba de ir convenciendo al padre del momento de la mutación. El padre no estaba al tanto de la casa, él, era el soporte económico, pero ejercía el mando autoritario, aunque la habilidad de la mujer, siempre sibilina, aparentemente, dócil, inteligente, erosionaba algo el machismo natural a ultranza. El dicho, “dos tetas, tiran mas que dos carretas...”
imagen: las que pueden mas que las carretas

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