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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida. (XIV)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida. (XIV) ... Era bonito observar como aerodinámicas lanchas y helicópteros iban y venían para transportar a la tripulación, libres de servicio y a visitantes con credencial para ello, en alarde de exhibición. El resto de la unidad en servicio, destructores, fragatas y demás componentes del parcial de la unidad, atracaba en el interior del puerto. Todos ellos eran también muy visitados en su exterior, los marines de vez en cuando arrojaban para regocijo de los niños, los famosos chicles mentolados americanos. Esos días las Ramblas de se animaban. El barrio chino, era muy frecuentado para ‘espabilar’ bolsillos y dejar unos cuantos dólares, por los ‘servicios prestados’. Los tugurios escanciaban todo tipo de alcohol de baja calidad a los ‘sedientos marines’. Una policía naval propia, dotada de impresionantes ‘ejemplares’ , imponían, rápidamente, el posible desorden o desmán que los efluvios del alcohol provocaran a descontrolados beodos que se atrevieran a alterar el orden y, enseguida’ eran reclutados a sus respectivas naves, para cumplir el arresto que les correspondiera a tenor de sus desmanes.
En otro apartado descomunal del muelle, tuve la suerte de contemplar el amarre y estancia en escala de dos transatlánticos de lujo de la época, los mayores, después del Queen Elisabeth I, británico, esto eran americanos, el ‘Constitution’ y el ‘Independence’, lujosas naves americanas que hacía cruceros a través del mundo, con mas de 300 metros de eslora.. Refiriéndome a este asunto, tuve la fortuna de embarcar, en visita portuaria claro, en un lujoso crucero italiano, el ‘Julio César’. Mostraban el barco con un pase especial que ignoro como conseguiría mi padre, pero nos quedamos extasiados de contemplar su lujosa interioridad. Hasta recuerdo que viendo el comedor dispuesto para las comidas, un camarero me dio unos panecillos.
Hacia primeros de los 50, los dos hermanos menores de mi padre, Emilio y Carmelo, ambos de veintitantos años, emprendieron desde ese puerto la aventura de emigrar a la Argentina. Como detalle que recuerdo referente al puerto, desde allí había una línea regular que unía Barcelona con Mallorca. Unos barcos de escaso tonelaje pero, en aquel momento, aparentes, daban ese servicio.
Mis padres, haciendo algo excepcional, hicieron esa singladura para pasar unos días en la isla en plan vacaciones, algo inédito para nuestra modesta situación, pero algo merecían en su vida. A nosotros, a mi hermana Pilar y a mi nos encomendaron a la pareja de la Guardia Civil que hacía el turno del tren, nos mandaron a Madrid, con mis abuelos maternos...

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