Blogia
ofloda

Cuentos y cuentistas (los buenos)

Cuentos y cuentistas (los buenos)

Siempre digo que la descripción de cada palabra tiene hijuelas, diversos caminos y sentidos, variados derroteros. Tantas veces la misma palabra suspira bondades y a su vez puede ser casi antónima.

Un niño cuando reclama se le narre un cuento, está deseando oír una historia que le fascine, le traslade a un mundo maravilloso, que le embelese, por mas que los argumentos tomen senderos de tristeza en los que hasta el niño sensiblero derrama cierta amargura líquida de sus ojillos, esas llamadas lágrimas, pero el cuentista, el escritor suele culminar y zanjar todo esto con un arreglo que, a la vez de moraleja, alecciona y devuelve la inocente pero luminosa sonrisa del pequeño.

Los hermanos Andersen, los hermanos Grimm, Perrault, Gloria Fuertes (me dejo miles y miles) narraron con tal sutileza y buscando la ingenuidad historias de niños pobres, pero felices, príncipes y princesas tristes aparte de su rango, animalillos del bosque que los niños hasta aprendían a ver sentimientos encontrados de tristezas y alegrías y discernir entre el mal y el bien.

¿Quién no ha llorado con un Bambi?. Algunos personajes humanos y determinados animales, han salido mal parados en estas narraciones. El profesor Rodríguez de la Fuente  tuvo que defender al ‘maléfico’ lobo y sacarlos de las vilezas del cuento de Caperucita y de los Tres Cerditos. La madrastra de Blancanieves y sus hijas tuvieron que ser las malas de la historia para resaltar las bondades de la protagonista. La institutriz de Blanca en el cuento de Heidi, representa a un odioso personaje que parece que simboliza a una maléfica profesión, cuando normalmente son sufridoras de inquietos diablillos. Los ogros, gigantes y brujas de barbilla afilada y risa tremebunda y perniciosa eran el espíritu de la maldad para resaltar las bondades de personajillos más sutiles, tiernos y bondadosos. Leí bastantes cuentos de pequeño, sobre todo de Perrault, pero hace poco leí ‘ El soldadito de plomo’ de Hans Christian Andersen y aunque el autor pretende dar un tono gratificante y una excelente moraleja, desprende mucha tristeza ese amor imposible que el cuento refleja.

Yo de ser algún personaje de cuento, me gustaría ser figura de chocolate, porque al menos quien te poseyera terminaría comiéndote a mordisquitos, a chuponcitos, y si fuera glotón te zamparía con ansia y fruición. Claro está preferiría ser degustado por niña o mujer golosa porque sería decepcionante acabar en la panza oronda de un vulgar macho sin sentimiento alguno.

Capítulo próximo dedicaré a la otra faceta de ‘Cuentos y cuentistas’.

0 comentarios