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COMPARTIR EL UNIVERSO

MARTA ROBLES  - LA RAZÓN

Volvemos a casa y no por Navidad, sino tras el verano, y al derrumbarnos en los quehaceres diarios, nos olvidamos de que nuestros hijos no son unos muñecos a los que darles una cuerda infinita que les sostenga en las mil y una actividades que les hemos colocado para paliar nuestro complejo de culpa. Son personitas en pequeño, con su corazón y hasta con su alma –aunque a veces lo olvidemos– que no sólo necesitan ir a clases de inglés, de chino y de pingüino sino que les agarremos y sintamos su pulso, unas veces lento y otras acelerado, que denota que son como nosotros, pero con menos tamaño. Comer, correr o soñar con ellos es más formativo que apuntarlos a todos los cursos del universo. Una carrera por un parque, una sola, puede ser el espacio que vuelva del revés su mundo, entre sus preguntas de niños y nuestras respuestas de mayores, cuando se comparte, por fin, el tiempo. Nuestros hijos quieren estar con nosotros, mirarnos, tocarnos, y contarnos sus historias. De nada sirve que nos empeñemos en construirles una galaxia perfecta en la que han de lanzar sus preguntas a los sabios del cielo. Quieren conocer de nuestros labios que los neutrinos corren más que la luz, que hasta el mismísimo  Einstein podía equivocarse…Y sobre todo,  que juntos podemos descubrir, sin dudas, que todo es relativo y, tal vez, al minuto o al siglo siguiente, comprobar, de la mano y sin  miedo, que tampoco aquello era cierto.

MI COMENTARIO A LA PERIODISTA:
 

 1 OFLODA 1 Octubre 11 - 09:09

  • Yo ya soy mayor, tengo 67 años, tuvimos 2 hijas que se llevan entre sí 11 años, ahora tengo una nieta de 16 y de la hija pequeña 32 meses y 7 meses.
    Ya en mi 'mundo' se empezaron a plantear unas exigencias a los niños, sí, por su bien, pero los padres, sálvese quien pueda, no pensamos en sus consecuencia. Ya tenían unos cursos repletos de asignaturas pero queríamos que fueses virtuosos en música, arte, danza, jiu jitsu, idiomas adicionales, etc. Es decir incrementar unas actividades que rellenaban la agenda de esos niños.
    Eso sí mucha coca-cola que nosotros no habíamos bebido, 'todos' queríamos que escribieran sinfonías con 6 años como algún genio asilado.
    Pues muchas veces el resultado se transformaba en apatía. Los planes de estudio nunca han sido muy buenos pero yo inicié el bachillerato el año 1953 y acabé en 1959, el nivel medio de estudiantes superaba con mucho a buen estudiante de ahora, yo fui un 'coderas' y mi libro de bachiller estaba lleno de MH's, no he sido algo importante en la vida pero es que a los 15 años ya trabajaba, iba a una academia y estudiaba Profesorado Mercantil, pero eso era para comer no para formar 'un mundo feliz'

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