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LOS HOMBRES OSCUROS

LOS HOMBRES OSCUROS

LOS HOMBRES OSCUROS

27 Marzo 11 - - José Jiménez Lozano

Unos amigos han estado en Báscones de Valdivia, un pueblo de la provincia de Palencia, en Tierra de Campos, y me dicen que han saludado a Erasmo de su parte y de la mía; es decir han estado ante la imagen de San Mateo evangelista que el artista esculpió como Holbein pintó a Erasmo, que en esta tierra palentina, por cierto, tuvo tantos partidarios.

En ningún país de Europa tuvo Erasmo tan tempranos y apasionados admiradores, incluso entre las gentes del pueblo llano, y esto último exige alguna explicación. La obra de Erasmo tiene una doble dimensión: es una teología de las fuentes, sirviéndose lógicamente de su saber filológico para establecer con el mayor rigor posible los textos fundantes del Nuevo Testamento; y es además en otros libros un tratadista de temas importantes para el cristiano del tiempo del Renacimiento, como, por ejemplo, los deberes del caballero, del soldado, y del clérigo cristianos, con un gran talento polemista.

Así que también moralizó y polemizó sobre el hecho de que por sí mismo el hábito no hace santo al monje y, en este sentido, más que frente a los clérigos, fue frente monjes frailes, adoptó posturas polémicas aunque mucho menos radicales que Dante, Petrarca, Bernardo de Claraval o Catalina de Siena –; y aquí fue también donde el hambre se juntó con las ganas de comer, porque los campesinos sentían como un peso el pago de rentas o la pura mendicidad de los frailes en las eras, y se enteraron de que Erasmo no hablaba muy bien de ellos, así que era todo un amigo. De las teologías y moralidades erasmistas no podían entender gran cosa esos campesinos, que eran buenos cristianos pero más bien antifrailunos. Porque ¿de dónde, de otro modo, tendría Erasmo tantos partidarios en Tierra de Campos? Y nos haríamos la misma pregunta acerca de cómo era que habría entre los escritores tantos partidarios de Erasmo también, si no fuera porque sabemos que la crítica literaria ha venido distribuyendo el adjetivo de erasmista a toda palabra o gesto crítico u opuesto a los clérigos, y como si toda la crítica de la clerecía en tiempos de cristiandad fuera erasmista, y fuera lo mismo el anticlericalismo moderno que sólo es, de ordinario, una mera manifestación de odio antirreligioso.

Pero lo curioso, en este asunto, es que por parte de Erasmo aunque el emperador Carlos I le invitó a venir a su Corte, éste nunca quiso hacerlo, y en una carta a Tomás Moro escribió que «no me agrada España». Y sabemos muy bien que tenía miedo. ¿Miedo de qué? España, desde luego, no era igual que otro país europeo, era Europa y Oriente a la vez, y Erasmo pensaba que estaba llena de judíos; aunque esto ya no era cierto en ese tiempo, pero él lo creía así, y participaba del prejuicio antijudío de toda la Europa cristiana de la época; que por cierto tampoco sabía lo que era un moro. No lo habían visto nunca en esa Europa, y, cuando un cortesano del mismo Carlos I vio al desembarcar en España a un noble castellano vestido a usanza mora, y creyó que iba disfrazado de Rey Mago, tal y como los imagineros pintaban o esculpían en los retablos.

Pero Erasmo también tenía miedo, sobre todo, de «los hombres oscuros» que él decía; esto es, de los hombres recios, seguros, apodícticos. Y ciertamente que los había como en todas partes y no sólo en España, porque un hombre oscuro se supone que es alguien que se está en su cueva solitario con sus pensares oscuros que suelen ser siempre ídolos del tiempo y del corral en que se vive. Siempre es así, y Erasmo mismo hizo, tras el amargor del Saqueo de Roma de 1527-1528, una dura autocrítica de los llamados humanistas, metiéndose él en el saco. Y, ahora mismo, la modernidad tiene sus hombres oscuros que querrían saquear y devastar el pasado; y también le darían miedo a Erasmo. Y a nosotros.

Publico lo escrito por D. José Jiménez Lozano para poder hacer ahora mis comentarios.

Si supiera sus señas le escribiría lo siguiente:

D. José leer sus artículos o cualquiera de sus aportaciones literarias es darse un baño con el gel de la sabiduría.

Siempre que me sumerjo en ellos salgo revestido de profundos conocimientos. Sus expresiones limpias, claras y sencillas me hacen flotar en el ámbito cultural.

Para mayor detalle e incisión usted reside en un población castellano a 32 kms de Valladolid de no de origen arábigo, Alcazarén, usted con su presencia lo prestigia.

Tengo la suerte de que yo urbanita de siempre, nací en Madrid el 44 y viví en Barcelona desde los 6 meses a los 9 años, para retornar a Madrid. El primer pueblo, auténticamente, rural que conocí fue Alcazarén.

Tiene su motivo, mi madre, Teófila, nombre clásico por esas tierras en donde ponían a los niños el santo del día que venía en el almanaque por inveterada costumbre, nació en esa pequeña localidad un 6 de febrero de 1914.

Para mi, niño de 11 años fue un choque, vi campos de trigo, cebada, centeno, huertas, vides y es tierra de pinares, segué con hoz y dediles de cuero en las manos, trillé en la parva, aventé, monté en burro de alta cruz y cogí huevos del ponedero del corral, degustándolos en el desayuno con un trozo de lomo de la orza, cogí, también en el corral higos de una frondosa higuera. Lo que peor llevaba era tener que hacer mis necesidades fisiológicas en un apartado del corral, rodeado de gallinas acechantes, todo ello gran experiencia para un niño de familia humilde pero que sabía que en su casa, se giraba una llave y se encendía una bombilla y se abría un grifo y salía un chorro de agua, allí no había nada de eso, candiles y cántaros de agua traída de los caños municipales. En la huerta ‘animaba al burro’ a que caminara para sacar el agua del pozo necesaria para regar, agua de la llamada noria.

Abría y cerraba compuertas para el paso del agua a los cuadrantes respectivos, cogí mis primeros productos hortícolas, exentos de abono que no fuera orgánico.

Repetí al año siguiente, mi abuelo entre dos ángulos dy hierro llamados morillos y con ramas de pino, ponía el puchero de barro para los cocimientos, fue mi ‘arguiñano’ preferido, hacía milagros con productos baratos. Seguí ampliando conocimientos y vi los primeros conejos con mixomatosis, con esa enfermedad que sobre todo se notaba en sus cabezas, decían que su consumo no era malo para el humano pero yo me abstuve.

Con los años a través de un ejemplar de la revista Historia y Vida, todavía vigente, leí un artículo que dedicaban a Alcazarén porque en su posada detuvieron al chulapo y conocido bandolero, Luis Candelas, en Madrid, bajo el Arco de Cuchilleros que baja de la Plaza Mayor a las ‘Cavas, está un mesón llamado Cuevas de Luis Candelas.

Volviendo a Alcazarén, a dos kilómetros del término municipal corre el modesto río Eresma, afluente del Pisuerga y este a su vez del Duero. Mi abuelo me enseñó a coger con cuidado moras de las espinosas zarzas.

Con los años, ya no recuerdo cuando, volví con mi mujer y mi madre y refresqué mis ensoñaciones infantiles.

Actualmente tengo entendido que es segunda residencia de muchos vallisoletanos capitalinos y que han puesto una escuela de pilotaje de avionetas.

Esta es mi historia.

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