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MIS AMARGOS ENEROS

MIS AMARGOS ENEROS Mi mal inicio del año 2008, como ya lo fuera el de 2007 y de 1.999, hacen del mes de enero un mes temido para mí que, sin pretender supersticiones, algo que creo no llegar a tener, aunque todos, en algún momento, demos atisbos de estar agremiados a esta creencia en maleficios por diferentes causas. Casi todas ellas provienen de una tradiciones que han sido transmitidas de padres a hijos, porque aunque se les achaca, esta circunstancia, a las mujeres, no deja de haber hombres, y muchos, aferrados a estas falsas teorías. Es como cuando hablamos del ateo absoluto y este en un mal momento dice ‘¡Dios esto no es posible!, no concuerda, claro, ese agnosticismo con la expresión que le sale del alma, aunque tampoco crea en ella.  Pues como decía, ciertos meses de enero se han cebado en desastres personales, de los cuales, hasta ahora he ido saliendo. Narrando cronológicamente, en 1999 operación de corazón extracorpórea con colación de válvula metálica aórtica. Este me obliga a diversas revisiones anuales unas más suaves otras más agudas y molestas. En 2007, desde mediados, molestias lumbares en principio que se van trasladando a la zona púbica derecha, hasta casi no permitirme dar pasos aparte de los tremendos dolores que soporto con tal de no ir al hospital. Los tratamientos de la médica de familia no han surtido efecto. Ya el dos de febrero mi mujer toma la iniciativa de llamar al teléfono de socorro al 112, se pone un médico y al contarle mis síntomas, dice que de inmediato envía una ambulancia para que me trasladen a la Clínica de la Concepción. Resulta ser algo gravísimo, una perforación de intestino, en el colon descendente unido a una peritonitis aguda y también infectada. Palabras textuales a mi mujer la noche del día 2 de febrero son que si consigo pasar la noche, cosa que dudan por mi moribundo estado y mis bajísimas constantes vitales me trataran de operar el día 3. Bien pues tras aplicarme 6 bolsas de sangre y 3 de plasma, reactivan algo mi organismo y un equipo dirigido por la cirujana de guardia Dra. Sonia Rivas (una lince, entre sus compañeros), mujer de entorno a los 40 años, me cortan el colon, es decir me practican una colostomía y me implantan una bolsa ventral en el lado izquierdo para hacer mis deposiciones. Con todo el engorro que ello supone y que mi santa ha sobrellevado con todo el esfuerzo que ello conlleva, cambiando bolsas a cada momento, y lo peor los soportes de estas cada 4 días que van pegados a la piel y cada vez que se recambian ves todas las galaxias del firmamento, con nombre y apellidos. Esto durante 8 meses y encima de ese trabajo, ignoto para ella, pero llevado con gran sacrificio le quedaba tiempo para tratar de reanimarme y consolarme, porque mi depresión primaria fue total. El 31 de octubre me reconstruyeron mi colon a la normalidad, algo que creo, técnicamente, llaman ‘hartman’ y ya para concluir mis circunstancias propias del mes de enero el 17 de este mes en el que estamos de 2008, una bajada de glucosa a la salida del bar, donde suelo ir por las tardes y esperando el semáforo para cruzar, de buenas a primeras me caigo de espalda sirviendo la parte baja de mi columna vertebral, zona del cóccix y trasera, frenan una caída más brusca que me hubiera afectado, directamente, a la nuca donde llevé también buen golpe, así como luego advertí toda la zona del lado derecho, se ve que al ser votante del PP (me ladeé hacia esa tendencia, hay que hacer algo de broma en toda esta jungla de debilidades), bien pues en el bar había tomado mis tres clásicos chupitos de güisqui habituales que, unidos a la mencionada bajada de glucemia, me proporcionaron este nuevo desaguisado eneril. Se armó a mí alrededor el consecuente revuelo porque al estar próximo al bar el dueño que además es enfermero del Consultorio adonde acudo, avisaron a mi mujer a través de Joaquín empleado del bar y al Samur, del servicio de urgencias médicas de Madrid. Vino primero una UVI móvil y me detectaron esa hipoglucemia, yo ya de por sí hipertenso estando en cifras a menudo de 180 y con tratamiento de 4 pastillas diarias, me había bajado a 50, ello unido a que ese día el alcohol acostumbrado lo debí de ‘interpretar’ de peor grado hicieron que se uniera al informe de la hipoglucemia con cierta intoxicación etílica. Diciendo en informe estos datos y aunque dicen que sin perder la conciencia pero yo recuerdo poco, el caso es que mis señas las tuve que proporcionar yo, porque nadie de los presentes conocía mi domicilio. Llamaron una ambulancia para que me trasladasen a la clínica de la  Concepción y me ingresaron en Urgencias, donde me hicieron las pruebas pertinentes, corroborando lo dictaminado por el Samur, en ese momento yo ya estaba plenamente consciente, incluso sin sentir mareo alguno, me aplicaron además un miligramo de sintrom puesto que la coagulación la tenía algo baja en cifra de 2, cuando mis parámetros están comprendidos entre 2,5 y 3,5, aparte de las pruebas y sueros que me aplicaron. Allí pasé la noche y dejaron entrar a mi mujer pasadas las doce de la noche para que se despidiera, tranquilizándole ya al decirle que todo estaba bajo control y sin problema y le dijeron que viniera a partir de las 8 del día siguiente que me darían el alta. Pero a las 6 y media de la mañana una Dra. Joven de nombre Catalina, los apellidos no recuerdo ahora, me hizo una serie de pruebas de estabilidad y movimientos articulares y al observar una buena reacción me dijo que me vistiera y que me podía ir. Le advertí que no tenía dinero y que tendría que esperar a mi señora hasta las 8 que le dijeron viniera a lo que me contestó que le esperara en la sala de espera. Me vestí sin ayudas, me quitaron la vía de la mano derecha por donde me había hecho analítica, toda normal excepto el índice de alcohol y azúcar en principio, ya a las 3 de la mañana la glucosa estaba en sus valores normales auténticos 103 (el índice se comprende entre 90 y 115) Salí a la oficina de Urgencias y les pedí que llamaran a mi mujer dada la situación de penuria en que me encontraba y no tener que esperar baldíamente hasta las 8 como mínimo, así lo hicieron y Maribel, ‘mi jefa’ llegó en unos 40 minutos, ya que vivimos a una ½ en taxi aún con poco tráfico.Cuando llegué a casa, salieron a relucir todos mis dolores y hematomas del ‘porrazo’ que me había dado y además a esto se unió un ataque de vértigo, cosa que ya me ocurrió hace tiempo, todo me daba vueltas y me caía hacia atrás en cuanto no me sujetara en algo. Así que he pasado dos días y medio casi sin salir de la cama, lo justo para las propias necesidades, algo de aseo y la hora de la comida que, curiosamente, he llevado bien. El día 22, desde el 17 que tuve la caída sobre las 9 de la noche, es el primer día que he salido a la calle a cumplir con mis leyendas de artículos y tratar de contar mis peripecias, esta vez el güisqui ha sido sustituido por café americano con hielo y rodaja de limón y en el otro bar dos botellines de cerveza sin alcohol. El gato escaldado... Ya veremos cuanto dura este control porque la voluntad no es una de mis especialidades.Un saludo a todos y, por supuesto, yo más que nadie celebro estar aquí presente, por mucho que se alegren los que me quieran.

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