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¿Buenos propósitos?

¿Buenos propósitos? Siempre partimos de tradiciones implantadas en momentos convenientes para las diversas escalas. Conmemoramos aquello que nos imponen, bien por motivos, religiosos, políticos y hoy en día todo ello asociado a la economía, a lo comercial. Ahora toca la época de Navidad, cada año más extensa, más ‘vistosa’, más llamativa, más engañosa y más hipócrita. Esta conmemoración bíblica con poca fijeza de fecha en su origen, no existen datos para ubicarla bien, proviene de algo ficticio creado por una leyenda. Pero en su origen, cuando se instauró, no se buscó las repercusiones que por conveniencias posteriormente se le han dado. Era una leyenda para anunciar la Natividad de la venida al mundo del hijo de Dios. Lo suyo es que hubiera venido a poner paz y orden, aparente lo intentó, otra cosa es que a raíz de ahí encima los problemas crecieron, porque parte de los judíos y parte de los paganos se convirtieron y nació una nueva religión que si bien ha tendido la fortaleza de mantenerse mas de 2.000 años, como en todo, ha creado grandes controversias, luchas y problemas. Eso no quita para que las intenciones en general fueran buenas, pero ocurre como con todo. El comunismo emergió para igualar algo el rasero de la mal repartida riqueza y a la larga se ha demostrado que ha servido para crear mafias con inmenso poder a costa del ‘creído e ingenuo trabajador’. Pero a lo que iba la celebración o conmemoración de la Navidad, tenía un sentido religioso. De acuerdo con la Biblia los datos o fechas son estimativos, luego como en cualquier religión se le han aplicado unos momentos estimados por los más doctos para sentar unas normas según conveniencias, pero de eso al uso indiscriminado de argumentaciones para dar boato al acontecimiento. La iglesia salió beneficiada de esas celebraciones, pero alrededor de ellas, los cristianos en general, han hecho auténticas galas, exhibiciones ostentosas, los ayuntamientos se esmeran en gastar y adornar, las tiendas derrochan en arreglos de escaparatismo para hacer atractiva la oferta, además cada año se anticipan en ofertar productos. Por si fuera poco, estábamos con nuestros belenes y Reyes Magos pues ahora hemos sumado también al orondo Papá Noel, con todo ello mayor motivo para las inversiones. Así que como digo todo versa sobre el consumismo comercial, regalos, alimentos, dulces de todo tipo, eso si además buscando calidades y pagando bien por todo ello. Luego viene el deseo de bondades y buenos augurios, todo ello pura fórmula, pero todo esto es momentáneo. Los excesos de lujos en adornos vendrían de perlas para mejorar algo la vida de muchos indigentes (los de verdad claro).
Se podría argumentar que no solo de pan vive el hombre, de acuerdo, pero de esos a las auténticas sangrías económicas que se producen va un abismo, luego con refunfuñar que todo está por las nubes, pero no le sabemos poner el freno adecuado. ¡Que carezcan ellos, yo no desde luego!. Ese es el pensamiento general. Solo mantengo algún recuerdo agradable alrededor de esto y claro proviene de fechas muy anteriores, donde carecíamos de todo, siendo pequeño, además, aún en Madrid, el arraigo familiar era mayor y era un momento del año donde familiares abuelos, tíos, primos podían disfrutar de alguna convivencia, se juntaban alimentos aportando cada uno equitativamente, y nada de lujos, aunque si se tomaban productos que en otra época del año eran prohibitivos, por ejemplo el pollo, quien lo iba a decir y hoy hasta casi se desprecia, algo de cordero, unos pocos dulces, turrones que denominábamos por el contenido mas que por una marca, el clásico de almendra molida (jijona), el de mazapán y frutas, el de almendra duro y el guirlache, algún mantecado o polvorón y esa era la componenda. Se acompañaban con una copillas de coñac al uso, Veterano, Soberano o Therry y unos anises, más para las mujeres que a ello se atrevieran, como el del Mono, la Asturiana o las Cadenas, una botella de lo que entonces sin tapujos se llamaba champán, para brindar y en Madrid se utilizaba mucho la sidra. Después un buen café de puchero.
Unos cánticos en desafinados coros remataban esas juergas. En algunas casas después se organizaban partidas de cartas para pasar la noche, en mi familia esto normalmente no se dio.
 
Ahora sin embargo empezamos por el intercambio de regalos, eso si de ‘marcas’, esas que no falten’, mariscos, ahumados, pescados, carnes, embutidos, quesos, dulces, vinos con denominación, todo a ser posible de la mejor calidad posible.
Los que tienen niños en edad escolar, si las notas no han sido brillantes, un par de modestas recriminaciones, pero llegada la festividad no les falta detalle disfrutan como el que más de todos los privilegios. Todavía es pronto, ya recuperará.
Con el final e inicio de años, renovación de deseos de bienestar, nuevo derroche de deseos de buenos propósitos, festejos con sus correspondientes galas y vestimentas a tono para la ocasión, ¡qué no falten los descorches!.
Todo esto conlleva a festejos con ‘amistades’ para regocijo de las cajas de los hosteleros. Grandes alegrías concelebrando incluso con el que te cae fatal. ¡Qué hipocresía más grande!. Todo ello envuelto en un papel de ‘regalo pero opaco’ que no trasluce la verdad de los sentimientos reales, son simples efímeras efusiones. No tardarán en reavivarse las tiranteces, críticas y censuras.
Después de ello, como mucho nos quedará la esperanza de que será lo próximo a celebrar. Si tanto empeño en la juerga lo pusiéramos en todo las cosas funcionarían bastante mejor. Que conste que con  ello no niego que haya disfrutes, pero algo mas dominados, sin tanta ampulosidad. Algo de humildad nos llevaría también a alguna satisfacción

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