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El retorno

El retorno

El retorno

El día 5 de octubre, al inicio del día, un tren, confortable me condujo al ‘retiro del guerrero’. Éste, mi castillo, es el Hotel La Barracuda en Torremolinos, en la zona de Montemar Bajo, próximo al antiguo barrio de pescadores, ‘La Carihuela’, próximo a un bonito, animado y comercial puerto deportivo que, aunque pertenece al término municipal de Benalmádena, como es una continuación del paseo marítimo parecen el mismo lugar. El hotel, edificio de 10 plantas, orientado al seguimiento que hace el sol en su periplo para aprovecharlo al máximo, situado en primera línea de playa, desde el jardín-piscina al mar no hay mas de 50 metros con el paseo marítimo en el medio, ofrece una fantasía de visión marina desde las terrazas de las habitaciones. Voy a dar la impresión de ser interesado publicista de la marcha del hotel pero dejo constancia de que mi incumbencia radica en las ventajas que este emplazamiento y lugar me proporcionan. Me suelen ubicar entre las plantas 8ª y 9ª, donde hay mayor proyección de las vistas. Además en la 10ª planta con menos habitaciones tiene una espaciosa terraza como solarium, con una visión de todo el sector marítimo, localista y de las montañas que rodean el entorno. Con unos modestos prismáticos me siento incitado a una visión indiscreta de todo lo que me rodea. Pero esa indiscreción no está basada en el sentido físico de contemplar a las personas, se refiere al entorno en general y la recreación que me produce la contemplación de todo ello.

Chiringuitos puestos al día, buenas ofertas de ‘frutos del mar’; abusos sí, abusos en los precios y además en ocasiones no se corresponden con la calidad que ello debiera representar.

Bueno pues a grandes rasgos esta es la descripción de mi lugar. Largos paseos por el marítimo, playa a un lado, tiendas de todo tipo al otro, en donde nacionales y foráneos tocan y retocan, mas que compran, pero claro hay de todo. Variopintos personajes que lo mismo llevan torso abrigados que desnudos, pantalones cortos, sandalias con calcetines de vestir, en una palabra todo lo contrario a un desfile de moda, pero ahí está lo pintoresco, las terrazas de los bares del paseo, parecen expositores de panzas sonrosadas, voluminosas tetas y grandes estómagos conforman a los diversos ejemplares que hacen un ambiente políglota y además cuando te preguntan algo no reparan en desparpajar en su idioma pretendiendo que tu tienes el don de lenguas y eres capaz de entender desde finés a rumano, pasando por cualquier lengua.

Bueno todo ello termina resultando curioso. Con cierto sentido de la apreciación y observación se lo pasa uno bien. Intentaré seguir profundizando en el estudio de estos comportamientos y para ello, claro, tendré que repetir mis visitas.

imagen : Hotel La Barracuda


 

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