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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (LXXI)-71º

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (LXXI)-71º ...esta señora de la que ignoro su nombre le apodaban ‘la Porrona’, ignoro por si pudiera ser adicta al porrón, receptáculo de vidrio que servía para beber vino a chorro, era de vidrio, bueno hoy todavía están en el mercado, abombados en la base, la parte de echar el líquido más ancha y un tubo cónico para embocar el líquido contenido, ya digo era una forma de V; bueno hecha esta explicación, la señora en cuestión, se llevaba mal con el 90% de la vecindad y con el otro 10% no porque la temían. Se llegó a rumorear que era la transmisora de temas de la vecindad al propietario de la finca y además que tenía ciertas relaciones con él, pero ya se sabe era un mundo de chismorreos. Se da el caso que mi madre ni recordaba porque había llegado la ruptura de relaciones con ella, única persona de la finca con quien no trataba, incluso al fallecer mi padre, cada vez que pasaba mi madre por delante de ella, entonaba un malintencionado suspiro y decía ‘Dios mío, hay que pena’, estaba claro la mala leche en cuestión de la susodicha persona. En fin personajillos de baja estofa a los que es mejor responder con la indiferencia que es el mayor desprecio.
Un detalle curioso, enfrente de esta vivienda destinada a la portera, hoy en día vendida como un piso mas, están hoy en día los cajetines de buzones de correo de la vivienda al ser 56 las viviendas que componen la casa ocupan un buen espacio. Entonces esto no existía, el cartero, llamada así por ser el que distribuía las cartas a diferencia de hoy en unos carterones grandes de cuero, portaban las misivas interfamiliares, era la forma tradicional de comunicación pues ni siquiera los teléfonos de casas estaban extendidos y aún con la complicación que para tanta gente significaba escribir una carta ya que la cultura escaseaba era el medio regular noticiable como digo. Mucha gente tenía que recurrir a terceros, amanuenses solicitados para llevar al papel las transmisiones de analfabetos, siendo los interlocutores de la correspondencia interfamiliar, en muchas poblaciones rurales, el señor cura, así llamado, cumplía con esta labor, alguna prebenda obtendrían de esas colaboraciones.
Pues como decía, el cartero, con su uniforme gris en verano y azul marino en invierno, llegaba al borde de la escalera hacía silbar un pito un par de veces, reclamando atención y voceaba los nombres que venían en los sobres. El vecino ‘afortunado’ debía de bajar a recoger el envío... Curiosidades de la época, una mas de ellas.--
imagen: cartero antigüo

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