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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (LVIII)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (LVIII) ... como ya comenté la casa, entre tuberías de agua y cables de luz, exteriores, sin empotramientos, estaba recorrida por una serie de líneas que recorrían las habitaciones, como enredaderas, trepando hacia el techo para luego llegar a caer a altura adecuada y desde un casquillo de loza y metal donde se enroscaba la bombilla, ‘iluminar’ bueno, a duras penas, las estancias. Las llamadas llaves, interruptores de apagado y encendido, ya dije que era un saliente, de loza rematando una especie de pieza en forma de lazo alargado que girándola valía para esa función. A la entrada de la casa en esa pieza más amplia que era sala de estar y comedor, había un aparato de baquelita en negro que era el contador del consumo. Mensualmente, personal de la compañía de luz, venían a tomar nota para luego facturar. Por cierto, los recibos que emitían también tenían cobradores que iban de puerta en puerta, recaudando, con el tiempo las domiciliaciones bancarias, acabaron con esa profesión de cobradores de diversas compañías de servicios. Ni que decir tiene que mi casa aún siendo de las habituales modestas, reunía la independencia de tener agua corriente y váter interior e individual. Multitud de viviendas en Madrid, no digamos ya en pueblos, no disponían ni de servicios, ni agua corriente, ni electricidad. Había viviendas en Madrid, con galerías a patios, denominadas ‘corralas’ que tenían un servicio, un váter, para toda la planta, fueran las viviendas que fueran. Siguiendo el hilo de nuestra vivienda, en la cocina se me olvidó comentar un pequeño detalle, en el alféizar o repisa de la angosta ventana, muchos vecinos colocaban una especie de armazones de madera con unas mallas tupidas metálicas, a modo de jaulas, que servían para tener ahí determinados productos de alimentación, verduras, frutas, se llamaban fresqueras...

imagen: llaves luz antiguas

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