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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (XLIII)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (XLIII) ...Tras ese aseo hecho a regañadientes, no conocíamos otra comodidad, pero resultaba un deficiente sistema, llegaba el momento de los deberes del colegio, hasta la hora de la cena. En casa, mi madre muy ordenada, aunque no controlaba bien el sistema de cuentas, con su paupérrima pensión y el modesto salario de mi hermana, distribuía, como si de una contable se tratara y hacía varios apartados del dinero para los pagos regulares mensuales, alquiler de piso, luego fueron los gastos de comunidad, electricidad, gastos en comestibles, productos de limpieza para el hogar, carbón o petróleo, dependiendo del momento, para la cocina y hornillo, pues, esas cuentas le salían a la perfección. Si había para algún filetillo de vaca, en casa, se comía tanto a primero de mes, como al final, se llegaba con lo justo, pero con ese orden y compaginando con otros alimentos mas económicos, se cumplían objetivos que no ocurría igual en todos los hogares, estaba muy arraigado el hecho de comprar al fiado. En tiendas de ultramarinos, llamadas con posterioridad mantequerías, donde se adquirían legumbres al peso, harinas, patatas, conservas, etc, era muy frecuente que, el llamado tendero (despachador de la tienda), llevara una libreta, donde anotaba, lo dejado a deber, por buena parte de la clientela. En muchos casos, se cobraba por semanas y entonces se liquidaban esas deudas y vuelta a empezar. Estas tiendas llamadas de ultramarinos, su nombre provenía de cuando España había tenido colonias en América, y claro se vendían productos traídos de ultramar. Ya en este momento, se vendían solo productos nacionales.
Durante la cena oíamos programas de radio, bien noticias, los llamados ‘partes’, por extensión de la cercana pasada guerra civil, donde se decían los ‘partes de guerra’, luego, popularmente, se quedó con ese nombre para cualquier noticia de diverso índole. Continuando con programas a la orden del día, por las mañanas había, en Radio Madrid, hoy en día la cadena del Gobierno socialista, la SER, concursos de cante, principalmente, copla de tonadilleras, personas aficionadas emulaban a las folklóricas. Abanderado de estos programas fue ‘Conozca a sus vecinos’, patrocinado por la marca comercial Cola Cao. Un presentador hacía la interviú personal de la participante, normalmente, eran mujeres, preguntando edad, aficiones y demás cosas, luego cantaba la canción escogida por ella y, generalmente, había una expresión que nunca fallaba “”¿la puedo dedicar?””, el locutor asentía y la persona se la brindaba a marido, novio, hijos, amistades con la coletilla “”se la dedico a... que me estará escuchando””. Acabado este programa que era matinal y duraba alrededor de media hora. Por los patios de vecindad, las mujeres emulaban a las que había actuado y se organizaba un guirigay de cánticos, era como si unas aves canoras contestaran unas a otra con sus trinos mas o menos desafinados. En la tarde, las reinas de la programación, eran las novelas. Un autor conocido de esos dramones fue Guillermo Sautier Casaseca. Locutores de voz adecuada a los papeles, leían sus papeles, llevando adelante la trama de la novela. Muy famosos fueron Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa, Matilde Vilariño, Juana Ginzo, Yelena Samarina, Fernando Forner en Radio Intercontinental, otra radio era Radio España y como oficial Radio Nacional de España, Otros muchos locutores que ahora siento no poder recordar. Eran desconocidos para el público, solo sus voces hacían idealizar a cada cual, como pudiera ser su aspecto o presencia. Con el tiempo cuando fueron saliendo sus rostros en alguna revista, hubo muchas desencantos, porque aquellas timbradas voces provenían de personas de aspecto corriente sin más pretensiones. La TV luego exigió voz y presencia, pero la radio era oculta en cuanto a los físicos.
Entre novelas que arrasaron podemos citar a ‘Ama Rosa’, ‘Lo que nunca muere’. En temas de género policíaco, ‘Taxi Key’, en Radio Barcelona, ‘El criminal nunca gana’, en Radio Madrid. El western, representado por ‘El Coyote’ y ‘Dos hombres buenos’, en excepcionales guiones del español José Mallorquí.
Hubo para chavales, después de la salida de los colegios una serie llamada ‘Diego Valor’ que arrasó. Se hicieron tebeos con historietas de un hipotético viaje de un equipo de la Tierra a Venus. Diego Valor, capitán de la expedición, Alberto Portolés, una mujer, Beatriz Fontana, llegan a Venus para combatir al tirano Mekong, maléfico dominador de una raza de color verde, grandes orejas y sin cabello, por el contrario están los pacíficos Artiles, casi parecidos a los terrícolas que pretenden no ser dominados por ese temible y opresivo personaje. Hasta se creo, ex profeso, un himno compuesto por el músico Rafael Trabuchelli y músicas de fondo del ruso Prokopiev, (afamado autor de ‘El amor de las tres naranjas’).
Diego Valor fue interpretado primero, por Eduardo Lacueva, siendo sustituido pronto por Joaquín Peláez. El papel de su amada Beatriz Fontana corrió a cargo de Juanita Ginzo, en un principio, seguida por Alicia Altabella y María Romero. Los restantes personajes fueron interpretados por Javier Dastis, Fernando y Daniel Dicenta, Encarnita Plana, María Jesús Cuadra, Rafael Fúster, Julio Montijano y Mario Moreno, entre otros actores del elenco de Radio Madrid.
Rematando comentario sobre esta serie de ficción, atípica en esos 50, estaba Kira, la guapa princesa hija de Ur-Toel, jefe de los pacíficos ‘artiles’ y que se enamora del segundo de la expedición Alberto Portolés.
Fue todo un éxito, tanto el relato radiofónico, como los tebeos.
Continuaré, ya metido en ello con programas de radio...

imagen: aparato radio antiguo

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