Blogia
ofloda

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (XLII)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (XLII) ... No seguiré un orden determinado de juegos, pero trataré de dejar la mejor explicación de sus desarrollos.
En el juego de fútbol, el más sencillo, dado que no revestía de inversión prácticamente, una pelota de goma o trapo como ya expliqué. Entonces, eso del balón de cuero que, por cierto, los existentes de la época llevaban una badana, cosida en diversos dibujos, muchas veces en pentágonos, en su interior una bolsa de goma esférica, esta se inflaba con una bomba consistente en una barra hueca y otra que entraba y salía, terminando en una punta mas fina, al ejercer esa presión de émbolo, se insuflaba aire, cuando se consideraba lleno, se taponaba y la badana, se cerraba con una correílla a modo de los cordones de un zapato, por ello, con estos pliegues el balón siendo esférico tenía sus deformaciones, en los profesionales, existía una mayor perfección en su acabado. Pues para seleccionar equipos de 4 o 5 jugadores, los recursos humanos no nos daban para más, dos de los considerados líderes, por saber jugar algo mejor, echaban a pies. Se ponían uno frente a otro como en un duelo y poniendo talón sobre puntera, alternativamente, cada uno se llegaban a juntar, el que conseguía introducir el último pie completo era el que elegía primero, entonces, de nuevo, turnando estas opciones se formaban los equipos. Generalmente, los partidos se programaban al que primero llegaba a 10 goles, las paredes de la calle, a veces te servían de compañero, porque tirabas la pelota en diagonal contra la pared y, claro te la devolvía, eludiendo al contrario. Jugábamos varios partidillos y terminábamos agotados, pero estábamos en nuestra salsa.
Salíamos del colegio a las 5 y cuando la luz del día lo permitía, dependiendo de la estación del año, estábamos hasta que casi no veíamos, previo habíamos bajado el modesto bocadillo de mortadela, por entonces algo bastante económico o el trozo de barra con una breve onza de chocolate que había que hacer diabluras estratégicas para llegar a un correcto final, las mas de las veces algo imposible, el chocolate, por lógica, se acababa antes, pero no se despreciaba el resto del ‘mendrugo’. Otras veces el relleno era con aceite y azúcar, o aceite y sal, al gusto de cada uno, y algo más lujoso cuando se untaba una mantequilla aderezada con algo de azúcar. Embutidos en general, ni verlos. Solo alguno que tuviera familiares de algún pueblo y, en ocasiones, en visitas familiares les traían algún chorizo o chacina de propia elaboración, también estaba el ‘foigrás’, como se decía vulgarmente, no había llegado el sonido francés a mis oídos como para pronunciar ‘fuagrás’ o ‘paté’, este, por supuesto era de cerdo, en latitas pequeñas, otras veces queso de bola, blando, amarillento por dentro y una llamativa costra, no comestible, de color rojo intenso, en fin cierta variedad aquilatada a las modestias hogareñas. De cosas así, podría extender algo mas, pero este es un ejemplo suficiente, eran las de diario. Bueno la limitación en el juego también estaba impuesta por los deberes a realizar, pero esto dependía de la responsabilidad de cada chaval, porque en las casas no se ocupaban demasiado, al no estar ellos tampoco en muy buena disponibilidad de cooperación, yo cuando me quedé sin padre, mis dudas me las tenía que solucionar como pudiera, mi madre, no estaba en disposición de poder colaborar y mi hermana trabajaba y ya ciertos conceptos del Bachiller se le escapaban, ella no lo había hecho. Había preparado prácticas para estar en oficina, escribiendo a máquina o tomando notas taquígrafas.
En esos partidos de fútbol, dependiendo de la época del año, siempre terminábamos sucios, en verano polvo y sandalias o alpargatas, en invierno embadurnados de barro y zapatos duros o botas de piel vuelta, se teñían dependiendo del tono del barro. Los más aseados, cepillábamos, con un duro cepillo de cerdas, previo mojado con agua e incluso con saliva. El aseo personal del cuerpo, al no haber duchas, se calentaban en los fogones cazuelas u ollas con agua y se vertían en un barreño de cinc. Un estropajo y un jabón verdoso o amarillento, eran los complementos del acicalamiento. Métodos a la última, como veréis y eso los que teníamos, ‘todos estas cosas’, otros muchos, ni eso...

imagen: bocadillo de actualidad, lo menos parecido a los descritos. Jajaja

0 comentarios