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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (XXXIX)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (XXXIX) (Después de mi estancia en el Hospital, retomaré poco a poco el rumbo de mi nave y continuar la ruta establecida)
... Llegados a Madrid, en ese mes de marzo de mediados los 50, me llevaron a un modestísimo colegio, sin nombre específico, se le llamaba popularmente el de D. Santiago, maestro que en 3 o 4 habitaciones de modesto tamaño montó unas clases. Era en la calle del Ferrocarril, 14, próxima y paralela a la mía, era en el segundo piso, casa ya muy antigua entonces y sigue existiendo, remozada, pero ya claro, el colegio desapareció. Las llamadas aulas, por decir algo, estaban bifurcadas, costumbre de la época, me refiero a que estaba la discriminación de los chicos y las chicas. En cada una de ellas, diversos niveles, dependiendo de las edades que oscilaban entre los 8 y los 12 o 13 años, utilizando un tipo de enciclopedia que abarcaba las diversas materias al uso. Gramática, Geografía, Historia de España y Universal, Historia Sagrada, Aritmética, Geometría, Urbanidad y algo en torno a la Política, con la influencia del régimen. A los chicos, el propio D. Santiago, como dije, director del centro, personaje orondo y apariencia bonachona, aunque no toleraba que nadie se le sublevara y con algún que otro tironcillo de orejas y, en ocasiones, muy aisladas, para desobediencias más extremas, algún palmetazo en la mano. Él se encargaba de instruirnos. De vez en cuando formaba equipos y a estilo concurso proponía retos mediante preguntas variadas.
En el aula contigua, una señorita, a mí en aquellos momentos me parecía muy guapa y que vivía en el cuartel de la Guardia Civil, por tanto hija de algún número del Cuerpo, regentaba la clase de las niñas. En una tercera aula, mas reducida, estaban los que se iniciaban para preparar el ingreso en el Bachillerato, hacia los 9 años y los que ya cursaban 1º, 2º,etc. Un joven, imagino que estudiante de nivel superior, apellidado Luengo, era el encargado de llevar esta clase. El Bachillerato Elemental, constaba de ingreso, cuatro cursos y una reválida que ‘remataba’ una demostración de lo realizado en esos años anteriores y otorgaba el diploma y título en el que se mencionaba el estudio cursado. El examen de ingreso se realizaba en Institutos, llamados de Enseñanza Media. A mí por sector me tocó hacerlo en el llamado ‘San Isidro’, situado en un viejo convento de la calle de Toledo, todavía sigue existiendo, intacto en su fachada y solo con alguna actualización interior, adaptada a los tiempos. Este Instituto estaba al lado de la Colegiata Catedral de Madrid de San Isidro, hasta que hace unos años se otorgó el título catedralicio a la, por fin acabada, Catedral de la Almudena, patrona de Madrid. Bueno ese examen de ingreso, lo superé sin demasiados agobios, con la preparación que llevaba de mi padre, era mas que suficiente.
Ese mismo año, como llegamos a Madrid al inicio de la primavera, llegué a tiempo de que, en el propio colegio, me prepararan para hacer la obligada primera comunión, que se concelebró en la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, en la actual calle de Rafael de Riego, antes Batalla de Brunete. Ahí un 26 de mayo, vestido, uniformado, con un traje gris, de pantalón largo, con solapas de raso, un librito-catecismo y un rosario, todo un lujo para la época. Otros formatos, eran los trajes blancos, llamados marineros, por ser similares a los uniformes de los marinos y otros en tono blanco hueso. Las niñas, vestidos largos, vaporosos, con manos o menos puntillas, blancos, diademas para el pelo e, igualmente, librito con tapas anacaradas y rosario...

imagen: una panorámica de una primera comuníón

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