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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida. (XXIX)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida. (XXIX) (tras incorporación vacacional, continuo con mis modestas descripciones, es como si mi barco hubiera estado en un caladero revisando y poniendo a punto su casco...)
... a pesar del lujo de aquella casa, en los bajos había una carbonería (el carbón imagino sería del de mayor combustibilidad, una tienda de muebles de calidad y boato, una zapatería, una camisería, mejor no mencionar los precios, en conjunto la única que desentonaba un poco era la carbonería, pero cosa curiosa, aún así el carbonero nunca estaba sucio, aparecían los cargadores y descargadores que eran los que ejecutaban la labor de manipulación y él representaba algo así como el comerciante encargado de los pedidos únicamente..
Un amplio portal de mármol blanco, tras unas grandes puertas de entrada, con aldabones dorados, conducía hasta otras puertas mas interiores acristaladas que daban acceso al ascensor.
La vecindad, toda adinerada o bien posicionada tenían un mínimo de 3 sirvientas uniformadas. Recuerdo a un tal D. Manuel Torres López, que era el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, ‘los Frías’ una potentada familia con fincas en Salamanca, un tal Octavio Rozas, un matrimonio canario de bastante edad y una tal Dª África, de estos últimos mencionados tengo menos referencias memorísticas. Conocí algunos pisos por dentro ya que los inquilinos disfrutaban de extensas vacaciones estivales, de aquellas de 3 meses, frecuente en las personas de elevada posición, entonces mi abuelo era el depositario de todas las llaves y encargado de la custodia y mantenimiento, por ello tuve la oportunidad expresada de conocer esas viviendas. Eran pisos lujosos, muebles ostentosos, vitrinas con cristalería y plata. Mi abuelo era muy servicial, era muy apreciado y considerado por estos moradores. Siguiendo con la descripción familiar, mi abuela materna, Mª Cruz, contrastaba con su baja estatura, con la envergadura del abuelo. Se dedicaba a la atención del hogar, la misión de llevar la portería era obligada para el abuelo, con mono de trabajo en las primeras horas de la mañana, desde que encendía la calefacción de carbón central y limpiaba a fondo las dependencias del portal. Todo ello cuidado al máximo.
Bueno pues las casas de los abuelos, los domingos se reúnen mis tíos en tertulia con el objetivo de ir a ver a los abuelos y se intercambian los comentarios sobre sus vidas, aunque están bastante al corriente, debido a que las visitas son, prácticamente, semanales. De noticias nuestras tampoco estaban carentes, porque aunque el teléfono todavía no era de tipo doméstico, mi padre muy detallista y buen descriptor en sus cartas les actualizaba de nuestra modesta existencia.
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(imagen c/Serrano, 21) de Madrid

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