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Los hijos (II)

Los hijos (II) ... Ya vino al mundo un nuevo ser. ¿Tenía rajita, tenía colita?. Eso en los tiempos actuales empieza a ser lo de menos, porque se ha perdido, con los adelantos, la incógnita que este evento siempre producía. Que si tiene la tripa picuda será..., que si la tiene baja o alta o..., nada tenía una base para determinar el sexo. Ahora salvo el machismo persistente que sigue manteniendo criterios para satisfacer su orgullo propio, porque prefiere la ‘fotocopia’ de su ego, de ahí incluso que en tantos y tantos casos se siga poniendo el mismo nombre ¡Qué no decaiga!. Si es hembra el caso cambio.
¡Coño! Pues yo soy tan excéntrico que mis preferencias siempre han sido el engendrar niñas. He tenido 2 y si hubiera tenido 5, improbable, nunca me deleitaron demasiado los niños, también hubiera querido que fueran hembras ¿por qué sera? Pues digo una vez más ¡coño! Yo soy así de original. No quería ‘Adolfos’, yo quería ‘rajitas’. Siempre me gustaron las niñas. De pequeñitas, cualquier ropa resulta graciosa. No voy a entrar en mas detalles, no pararía en sacar conclusiones favorables a mi preferencia. Pero soy un ‘bien escaso’. Pues el nuevo ser, desde el primer momento, impone su criterio. Con sus llantos, reclama atención, enerva con sus gritos, descontrola, y claro quien es la receptora principal, la abnegada madre. Pero claro, en conjunto, hace gracia. En su proceso de lento, lentísimo desarrollo, se invierten ingentes cantidades de ‘ahorro’, cual alcancía sin fondo. Ellos babean y hacen babear, yo nunca llegué a tanto, con ello no quiero decir que no me gustaran mis hijas, sino que soy más inexpresivo ante los peques en general.
Se les dota de todo tipo de artilugios (que conste que hablo a partir de un momento de falso desahogo de las economías domésticas), biberones, chupetes, esterilizadores, sonajeros, entretenimientos de todo tipo y ya de ‘marca’, para irles acostumbrando, para que se vayan haciendo, van. Montañas de ajuar y vestimenta que pronto se deshecha, nueva, por el crecimiento, etc, etc... Consumismo. No acabaría nunca de describir tanta aberración incontrolada. Pues todo esto va formando, diría malformando, la personalidad de ese nuevo ser, se le hará un egoísta con horizontes de grandeza, así que el que luego no discurre por esos derroteros es casi milagrosa porque se le ha inducido a ello. Caemos, todos mas o menos, en ese gran error. Con decir que no carezca como yo, le destruimos el apego a las cosas y a su valoración...

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