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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (VIII)

Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida (VIII) Bien, pues para esa descripción desde mi infancia, apelaré a la memoria personal y los hechos oídos y contados por mi madre. Iniciaré por narrar sobre la primera residencia de las que tuvimos en Barcelona. En aquel momento, después de las circunstancias de postguerra había auténticos problemas para hacerse con el alquiler de un piso, tanto en lo económico y más si había niños por medio. Así que dimos con nuestros huesos y cuatro bártulos, en una desvencijada y centenaria casa de una calle muy estrecha, muy céntrica, eso sí, a la vez muy emblemática, situada en el casco antiguo de Barcelona, próxima y paralela a las Ramblas y que iba desde la de Puertaferrisa, donde residimos en años posteriores y la plaza del Pi. Ésta llamada así porque estaba la basílica de Santa María del Pino. La calle se llamaba y se llama Petritxol, hoy en día, por lo que he visto peatonal. Recuerdo que aquellos tiempos existía una sala muy famosa de arte y pintura, llamada sala Parés (investigaré sí continua) Pues sí, realizada la comprobación y para los curiosos esta sala sigue funcionando tras 125 años de su apertura y facilito las señas para los curiosos (www.salapares.com). En esa maltrecha vivienda, de escaleras de madera carcomida y crujiente por su sequedad y ondulantes en su parte central por su mucho desgaste de pisadas, ocupamos una habitación. Ignoro si sería en el piso tercero, la casa no tendría mas de tres pisos y los acostumbrados terrados en Barcelona, con sus buhardillas. Pues ahí ocupamos una habitación, creo recordar de forma triangular, con un balcón a un patio. En ella una cortina colgando del techo separaba la estancia de cama matrimonial de la zona donde dormíamos mi hermana Pilar y yo. El alquiler incluía derecho a cocina. ¡Dios mío qué cocina!. Unos fogones de hierro negro de la costra acumulada, unas carboneras, vivero de grandes cucarachas negras que se enseñoreaban del lugar. Las caseras del piso, madre e hija, adictas al alcohol, eran prototipo de un despliegue de suciedad que embargaba el ambiente. Cada una de las diversas habitaciones de la casa, estaban ocupadas por hacinadas familias de modesta condición. En especial recuerdo a unos salmantinos de Ciudad Rodrigo. Matrimonio, él de oficio ‘paleta’ que era la expresión vulgarizada en catalán de albañil y creo que 3 hijos, una varón, Memi, también ‘paleta’ y luego dos hijas Goya, ignoro su dedicación, podía ser la de sirvienta, y Tilí, administrativa en la Clínica del afamado oftalmólogo Dr. Barraquer (sigue existiendo regida por hijos o nietos del eminente doctor). Al ser yo el benjamín de la casa, por lo oído era el ‘juguete’ del resto de los convecinos...
(La foto que ilustra es una imagen actual de la calle de Petritxol)

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