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Mi bitácora. La nave en el mar de mi vida. (III)

Establecido el preámbulo necesario para el nacimiento, a modo de prólogo, de mi bitácora, pretendo iniciar la singladura. No soy experto en términos náuticos, pero siempre me gustaron, pero ya digo al no dominarlos es posible confunda, en alguna ocasión, su utilización, por ello me agradaría que si alguien detectara una alteración en la expresión, colaborara a su corrección. Quizás soy un engreído en exceso al pensar que alguien, cual gaviota extraviada, siga mi navegación de cabotaje. El mar adentro, título tan de moda actual por tema cinematográfico (The sea inside) oscarizado, me fascina, pero daría aquafobia, mejor expresado y más técnico hidrofobia (me estoy aficionando a la invención de palabras, como suele hacer Francisco Umbral, éste en plan profesional y el gobierno socialista intentando ‘deslumbrar’), pues decía que me sentiría agobiado al verme solo, rodeado del vaivén de un bravo oleaje o inmensidad acuosa, por ello, necesito, el cabotaje, ‘un tierra a la vista’ cual Rodrigo de Triana al descubrir la ignota América, aquella Guanahaní, denominado en términos cristianos San Salvador, para sentirme mas seguro, aunque ni siquiera alcanzaría la costa ante mi ignorancia natatoria en caso de riesgo.
Bueno suelto amarras y salgo de mi personal puerto.
Mediada la década de los 40, no precisaré mucho las fechas, éstas me acomplejan y con ello inicio mis ‘rarezas, peculiaridades y especialidades’, pues nací un 19 de junio, en Madrid. Habían acabado, recientemente, dos guerras infernales, todas son infernales. La II Mundial y con anterioridad la Civil española. En la primera de las mencionadas no intervinimos directamente, pero sufrimos sus secuelas, nos vimos aislados. Hasta un plan americano, el Marshall que trazaron para la reconstrucción de Europa nos dejó de lado y eso que habíamos combatido o derrotado al comunismo, algo tan denostado por los americanos. En una película, las llamadas españoladas, pero de gran mérito por los pocos medios, se trato de este asunto, ‘Bienvenido Mr. Marshall? Era su título. Realizada en plan humorístico pero de auténtica veracidad. La segunda, la Civil, una mas de las ‘concelebradas’ en España, desgraciadamente, sobre todo desde el final de la Guerra de la Independencia, en ese agitado siglo XIX, donde surgieron, casi siempre, desavenencias bipartidistas, los de un lado y los del otro y con pocas ganas de llegar a acuerdos, mejor dicho tratando de evitarlos. Siempre que digo esto lo digo en el tono de los dirigentes políticos, al fin y al cabo, los interesados en enfrentar a los pueblos, máxime, cuando estos eran analfabetos, aunque el pueblo, en masa, siempre somos manipulables.
Como dije nací en Madrid, en casa claro, entonces era lo habitual, solo que, casualmente, tuve una protección o ventaja especial. La comadrona o partera que asistió a mi madre, Dª Felisa Celorrio, parece que la estoy viendo, vivía en el piso inferior al nuestro, con lo cual la solicitud de los servicios pudo ser inmediata, sin desplazamientos y esperas. Dicen que fue sobre las 5 y cuarto de la tarde y, aunque no crea en ello, por tanto nací bajo la influencia de Géminis.
La calle se llamaba y se llama Ciudad Real, de hecho mi madre sigue viendo allí. Actualmente es el número 30, entonces fue el 32, una casa con dos escaleras, y 4 pisos de altura, 6 puertas en cada planta, mas los piso de los bajos suman un total de 55 vecinos. El distrito en aquel momento se llamaba Retiro-Mediodía, hoy en día es Arganzuela. La calle empezaba en el paseo de las Delicias, principal del barrio, con boca de metro ‘Delicias’ de la línea 3 y en su primer tramo, mas habitada, llegaba hasta un cruce transversal con Batalla del Salado, y luego ya continuaba con el tramo nuestro. Esta parte sin asfaltar ni luz eléctrica durante muchos años. Al inicio de la calle, en la acera derecha había un tostadero de café, se llamaba ‘Cafés Casado’, después estaban los números 32 y 34 como casa de vecinos y posterior los restos de una fundición de hierros semiderruída por los bombardeos de la guerra. En la casa que nací, vivía en un primer piso interior, letra F de 38 m2 habitables.

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