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Diferencia en la concepción de fiestas patronales

Hoy es la patrona del barrio madrileño donde resido, Arganzuela, con una población próxima a los 250.000 habitantes, aquí a esta festividad en honor a la virgen María, la denominan de la ‘Melonera’. Siento decir que no puedo decir porqué, yo, el investigador, pero me enteraré, no cejaré en el empeño. Con motivo de esta celebración y para tratar de animar al personal, las concejalías de barrio organizan una serie de diversa y variada índole de festejos. El centro de animación lo instalan en el parque de Arganzuela, lindero con el minirrío que bordea el sur de Madrid, el Manzanares, con mejor presencia, gracias a una canalización bien cuidada arquitectónicamente, pero con poco agua. Ahí, en ese lugar, donde habitualmente hago mis ejercicios de andar y deportivos, montan una serie de casetas y atracciones verbeneras feriantes. Además un escenario, con el fondo de una fuente iluminada, para la actuación durante 3 noches de cantantes de más o menos popularidad, creo este año Manu Tenorio, Rosarito, no sé mas, no estoy muy puesto en estos temas y que sirven de regocijo a una concurrencia ‘relativa’, Parecen muchos, pero no llegan ni al 3% de los habitantes del barrio. La musa o pregonera de las fiestas será la ex Miss España, Lorena Bernal, también conocida por actuaciones en papeles de series en TV. El sábado una carrera popular por las calles del distrito, unos 10 kms, patrocinada por el Hipercor de la zona. Sesiones de torneos de juegos de mesa, ciclos de cine, bailes, etc. Una serie de actividades, ficticiamente, gratuitas porque las financiamos, indirectamente, con nuestros impuestos.
Pero Madrid es una ciudad impersonal. O vas directamente a los actos ‘in situ’ y te adentras en la fiesta o sino no té enteras, no se propicia el ambiente, la fiesta no llega a ti. Puede parecer que haya bastante nivel participativo pero apelando a estadísticas no acuden a los actos más allá del 4% de los residentes (Arganzuela sobrepasa los 250.000 habitantes).
Yo nunca fui festero. Quizás el condicionante de haber vivido mi infancia en una ciudad grande como Barcelona y el resto de mi vida en otra más grande como Madrid, no me ha hecho muy participativo, he carecido de esa tradición. Por otra parte a mí las fiestas me gustan cuando me apetecen no por tener que seguir una folklore. Posiblemente esto se propicia más cuando el lugar de residencia es más pequeño, pueblo, ciudad pequeña, donde las gentes cohabitan en un círculo mas participativo y esperan con mayor anhelo el cumplimiento de las tradiciones. Hace breves días, en TV, durante una celebración festiva en una pequeña localidad de la Comunidad de Madrid, entrevistaban a un lugareño de edad avanzada solicitándole un comentario al respecto y con la ‘sabiduría’ que otorgan los años, opinaba que las fiestas ya no eran, ni representaban lo mismo. Antaño, la llegada de ese momento era esperada, tras las labores agrícolas, para celebrar una etapa y era el único momento de esparcimiento y diversión con el que contaban tras un duro año, y, seguía, que hoy en día la juventud tiene amplia y holgada fiesta cada fin de semana. La ‘abundancia’ en cualquier cosa desapasiona el deseo. ¡Cuánta verdad se encerraba en ese modesto y simple comentario!.

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